jueves, 16 de agosto de 2007

Nieves se fue al cielo.


Si encontraba un balón olvidado por los jugadores en la cancha, lo guardaba.

Si era una prenda de vestir aparecía como la abuela buscando al nieto para reprenderlo por el olvido.

Cualquier día atravesaba el patio de la escuela para colmar los dos tarros que sirven de florero con geranios, novios o azucenas. Y se persinaba luego de ofrendar las flores de su huerto a la Madre Linda.
-¿Ya se va profesor?
-Sí, doña Nieves, me voy a buscar la de maíz- entonces, reía y su frente se arrugaba más de lo habitual.
Por eso aquella noche de finales de julio fuí yo quien en silencio le pregunté mientras contemplaba su sonrisa insinuada en la paz de su silencio:
-Ya se va Doña Nieves?
Claro y debí imaginar su respuesta en el olor de las flores que rodeaban aquella caja oscura donde descansaba su cuerpo ajado por los años y la vida.
-Sí, me voy al cielo-
A ese cielo azul donde algunas tardes se pintaban arreboles bajo los cuales montamos zancos y preparamos las obras que doña Nieves supervisaba como la productora de escena.
Al día siguiente del velorio de la abuela de la vereda cuando llegué a la escuela una niña sin dejar de saltar en las gradas de la entrada me dijo:
-Nieves se fue al cielo- y señaló con el índice derecho una nube gris que recorría el sur de esta región, ese día un poco más triste que de costumbre.

Vuelve el teatro.

El jueves 6 de agosto tuvimos una visita muy especial.
Una hermana y dos funcionarias de CONSORNOC.
El motivo venían para invitarnos a participar en el montaje de una obra de teatro.
Muy fácil: cuatro niños del grupo de investigación participaron de un taller de comunicación y cultura convocado por la organización.
Ahora estaban para confirmarnos que el proyecto continuaba y de qué manera. Montar una obra de teatro: El Mercado.
Una nueva motivación y un espacio para fortalecer nuestros objetivos.
Ya registraré con mas detalle esta acción.

Conectándonos con un mundo mágico.

El martes 14 de agosto vino Anderson Ayala. Luego de muchos días desde la última actividad CPE, llegaba para instalar los computadores. Los siete computadores que el programa dono a la escuela. Y que antes del receso de mitad de año llevó el señor rector y el sesor Técnico de Educación del municipio.
Como llegamos después de la hora convenida, la mayoría de integrantes del Comité CPE se habían ido. Sobre todo estudiantes. Ellos son los que más motivados están con esta dotación. Pero por el camino encontramos a maría Antonia, Yésica y Arcelia. Y se devolvieron. No querían perderse este momento. Y estuvieron todo el tiempo ayudando, preguntando y volviendo a ayudar.

Palabra al viento.

Como todos los años, éste ascendimos la montaña para acercarnos un poco más a los vientos. Agosto nos trae la oportunidad de echar nuestros sueños a volar. Vuelan en diferentes naves: algunas de papel vejiga (en vía de extinción), otras de plástico. De colores todas sin embargo. Del Nacional, de Millonarios, del Cúcuta Deportivo. O simplemente la roja, la verde, la anaranjada.
Me he dedicado a ser el arreglador de cometas.
-Profe, que esta se me partió.
-En cambio a mi se me rompió.
-A mí se me enredó la pita.
-A mi no me vuela.
-La cola como que no le sirve a ésta.
Y así van llegando hasta la piedra que he escogido como asiento. Y me traen sus naves para buscar la reparación.
Conversamos mientras tanto. La palabra es como la cinta o la pita. Une. Ata. Y el niño o la niña cuentan sus historias. Escucho.
Que la abuela se fue esta mañana para el centro a traer los alimentos.
Que mi papá salió como todos los días a trabajar al corte.
Que mi mamá como no está no me ayudó a hacer la cometa como el año pasado.
La palabra. Las palabras. Y al final de un intercambio amistoso sale la cometa para buscar los vientos y llevarse la tristeza de su dueño. Allá por las nubes.
-La mía sí ha volado. Casi se queda en el eucalipto pero yo supe manejarla.
De pronto llega al improvisado taller de reparación de cometas Ingrid. Del grado quinto de la básica de la Escuela Normal Superior.
Profe, la mía. No me vuela. Ah y yo que la quería ver alta.
Ya vamos. Pero está bonita. Creo que los cabestros no están bien distribuidos. Ese puede ser el problema.
-¿En qué grado va?
-En quinto, con el profesor Jesús.
-Y ¿Dónde vive?
-Por el Humilladero.
-Ya casio está lista. Probemos.
Y entonces, llega el viento y despeina todavía más a la niña de ojos verdes y se lleva la cometa. La pita pasa a gran velocidad por el soporte de mis dedos y vuela y vuela. Un remolino habla de la pequeña furia de este viento mezclado con lluvia. Pero ya la cometa verde, pequeña como su dueña que se alela con el ascenso de su nave, se escapa y asciende por el camino invisible de este miércoles de festival de cometa.