El comienzo fue una convocatoria del comité ambiental de la Normal Superior. Se trataba de adecuar el aula a la temática ambiental. La decoración debía incluir motivos referentes a la necesidad de preservar nuestros recursos, un calendario orientado a este propósito, un mensaje y era condición tener una planta en el salón.
Como casi todas las actividades y convocatorias las asumimos colectivamente o las procesamos como un concurso al interior de nuestro grupo.
Así, nos propusimos traer cada uno una planta ornamental. La más bonita y la mejor cuidada. El tiempo era poco pero había la necesidad de cumplir.
Cada niño y niña trajo su “matica” y entonces en nuestra aula eran nueva posibilidades de color y vida.
Dos veces a la semana, a veces tres, las regamos y permitimos que el sol caiga generoso sobre los follajes verdes y las flores de variados colores.
Un día en ese recorrido del salón al patio de recreo, la matica de Enrique perdió unos gajos y entonces los deposité en una materita improvisada que reclamaba de tiempo atrás una planta.
-Vamos a ver qué mano tiene el profe- dijeron algunos estudiantes.
-Si tiene buena mano, la matica le prende, si no, se le seca-
-Ojalá que le prenda-
-Ya veremos-
Y pasaron los días y en el salón contamos con diez maticas, las de los estudiantes y la del profe.
-Es la más pequeña, pero está bonita- Y cuando alguien me reemplaza en la tarea de sacarla al patio para el riego, entonces, el hecho se convierte en motivo de comentarios jocosos y graciosos.
-Ah, ya casi nos alcanza a las de nosotros-
-Y nosotros que creíamos que no le iba a prender-
Y entre comentario y risas dejamos las maticas en el patio y nos disponemos a trabajar en el proyecto respectivo que nos señala el Encontrémonos.
Y nuestro salón se ha convertido en un jardín medio del cual transcurren nuestros días acercándonos y construyendo conocimiento.
Como casi todas las actividades y convocatorias las asumimos colectivamente o las procesamos como un concurso al interior de nuestro grupo.
Así, nos propusimos traer cada uno una planta ornamental. La más bonita y la mejor cuidada. El tiempo era poco pero había la necesidad de cumplir.
Cada niño y niña trajo su “matica” y entonces en nuestra aula eran nueva posibilidades de color y vida.
Dos veces a la semana, a veces tres, las regamos y permitimos que el sol caiga generoso sobre los follajes verdes y las flores de variados colores.
Un día en ese recorrido del salón al patio de recreo, la matica de Enrique perdió unos gajos y entonces los deposité en una materita improvisada que reclamaba de tiempo atrás una planta.
-Vamos a ver qué mano tiene el profe- dijeron algunos estudiantes.
-Si tiene buena mano, la matica le prende, si no, se le seca-
-Ojalá que le prenda-
-Ya veremos-
Y pasaron los días y en el salón contamos con diez maticas, las de los estudiantes y la del profe.
-Es la más pequeña, pero está bonita- Y cuando alguien me reemplaza en la tarea de sacarla al patio para el riego, entonces, el hecho se convierte en motivo de comentarios jocosos y graciosos.
-Ah, ya casi nos alcanza a las de nosotros-
-Y nosotros que creíamos que no le iba a prender-
Y entre comentario y risas dejamos las maticas en el patio y nos disponemos a trabajar en el proyecto respectivo que nos señala el Encontrémonos.
Y nuestro salón se ha convertido en un jardín medio del cual transcurren nuestros días acercándonos y construyendo conocimiento.
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