jueves, 26 de julio de 2007

La sonrisa de la luz


El viernes 13 de julio compartí con mis estudiantes un taller de literatura. Durante los días anteriores habíamos comentado sobre el arco iris. Los niños y niñas comentaban su encuentro y todos afianzábamos el deseo de asistir a su nacimiento.

Por eso este día propicio para la maravilla llegamos a la escuela bajo una fina llovizna y el anuncio claro del astro rey. Las condiciones favorecían el encanto. Sin pensarlo dos veces, dejamos nuestros cuadernos y libros en el aula y comenzamos el ascenso por la ladera de la montaña. Algunos colores se insinuaron, la llovizna se volvía lluvia y la esperanza se ensombrecía, pero de pronto ahí estaba: la magia de la luz descomponiéndose en sus siete colores. Y luego el taller. Todos escribimos algo. Yo, socialicé con mis estudiantes el siguiente texto:

La sonrisa de la luz

La luz había descansado lo suficiente durante la noche.

Pensó que ya era hora de volver a prestarle de nuevo sus colores a la vida.

Tímidamente se asomó y la cresta de las montañas cercanas se tiñeron de un tenue rojo que se fue haciendo cada vez más vivo y amarillo.

Los gallos dejaron de cantar y le cedieron el turno a los copetones y cucaracheros que con su algarabía llenaron el valle de Monteadentro de llamados urgentes para que los campesinos iniciaran sus labores y los niños se prepararan para ir a la escuela.

La luz se iba convenciendo de lo importante que resultaba su existencia para el verde de las montañas , para el azul de las aguas reposadas en los pozos y lagunas, para el violeta de las flores que crecen al borde los caminos, para el azul del cielo que hoy se escondía detrás de las nubes, para el amarillo del trigo maduro, para el naranja de las primeras cometas que los niños elevan para ofrecerlas al dios Eolo y para el rojo de las camisas del uniforme que refleja la pasión con que se vive en estos campos.

Entonces, la luz sonrió y un poderoso rayo atravesó las pequeñas gotas de lluvia.

Sorprendida la luz contempló por primera vez el reflejo de su risa: de norte a sur un inmenso arco de siete colores servía para que el día iniciara su tránsito en una vuelta más sobre el eje del planeta azul.

María Antonia sugirió el título para este texto: “La sonrisa de la luz”

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