sábado, 10 de marzo de 2007

Astrid es perseguida por la luna*



Astrid me mira y dice: pollos tenemos. Un gallo. Y un pollo. Y cinco gallinas. Quiero a las gallinas porque ponen huevos. Nos los comemos. Tengo ocho hermanos: Pedro, Carlos, María, Anderson. Me gusta estudiar porque… no sé. Ariana, (otra hermana) ella trabaja. Pero se fue ayer. El esposo tiene un camión. Rojo. Grande. En él trastea. Trastea colchones y ollas.
Las estrellas son así, y entonces, con su lápiz pequeño traza una línea zigzagueante en el aire. Son blancas y amarillas.
La luna me persigue. Ella me persigue, no más. Si yo la persigo se pone brava.
El sol es más bravo que la luna porque produce mucho calor.
Astrid mira las montañas azules que se funden con las nubes oscuras y continúa hablando: De regreso a mi hogar me encuentro con las casas, con los señores. Hablo con ellos y les digo adiós.
Mientras habla le dibujo un payaso en su cuaderno de hojas arrugadas y ensortijadas en sus extremos. Ella dice: el payaso pin pín, es mío. No lo voy a pintar porque no tengo colores. Los tengo en la casa. En la casa donde tengo las gallinas y los pollos. Allá tengo otro lápiz, igual de grande a este. No necesito detenerme en su tamaño, para comprobar que no supera los cinco centímetros. Además la punta de grafito se esconde tercamente en la madera ennegrecida por el contacto. Pero Astrid quiere su lápiz así se haya acabado hace varios centímetros y quien sabe cuántos días.
En esta conversación Astrid olvidó nombrar a sus otros tres hermanos. O tal vez, son cinco. O a quienes no nombró forman parte de su imaginación.
Me despido y Astrid sonríe mientras mira hacia el cielo. Busca la luna que la persigue pero hoy no la encuentra. Sale corriendo y muestra el payaso a sus amigos. Pin pín, el payaso en blanco y negro que tendrá que prestar el color de las pálidas mejillas de la niña para no sucumbir en la miseria de las casas tristes en este sector olvidado de Pamplona.


*Astrid es una niña de primer grado de la Escuela Alcaparral. Mientras compartimos un refrigerio conversamos y parte de su simplicidad abrumadora espero haya quedado en las anteriores líneas.

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