lunes, 9 de abril de 2007

Abuelas Leñadoras





Por estos caminos de Monteadentro resulta grato el encuentro con alguna abuela leñadora. Dependiendo de la ocasión y también de la resistencia transporta confundidos con sus brazos enjutos los secos gajos encontrados al pie de los árboles frondosos. Nieves que aunque esbelta acusa en su rostro el desgaste de trabajosos años, lleva un brazado donde se mezcla el eucalipto, el cucharo y el aliso. Si se observara a una distancia considerable podría creerse que se trata de un nido de ave rapaz. Más menuda y algo encorvada su espalda, Ema carga depositado en su cerviz, un fardo liado con un costal de fibra.






Más tarde será el fuego para cocinar los alimentos y para calentar el comienzo de la noche. Y antes de aparecer el sol en su esplendente nacimiento, esta leña asciende en su transformación en un columna azulecida que anuncia el café de la mañana.






Pero no hay daño, no hay tala. Estas abuelas son como buscadoras de tesoros. Sigilosamente van adentrándose en el bosque para recoger las ramas secas que han caído. Así como os pájaros, sólo recogen el palillo necesario, sin estropear la naturaleza. Ellas arman sus fardos con los gajos que testimonian la muerte fragmentaria de los árboles y arbustos.

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