lunes, 30 de abril de 2007

El regreso de Margarita.



El 18 de abril se presentó de nuevo a la escuela María Margarita Acevedo Becerra.
Había estado durante un periodo cerca al mes a principio de este año. Pero por cambio de domicilio debió abandonar la institución.
Este día vino su sra. madre, María Becerra. Una mujer sencilla, demasiado sencilla y muy risueña ante las circunstancias de la vida.
La acompañé hasta la Normal Superior para tramitar una constancia con destino al programa Familias en Acción.
Venía desde la vereda Alto Santa Lucía en el municipio de Pamplonita. Según dijo –yo ya pasé los sesenta- se estaba volviendo vieja y todavía criando.
Lo que pienso es que son muchas las personas que en estos espacios veredales de nuestro país tejen sus vidas con los hilos multicolores de las dificultades y el producto son verdaderas obras de arte. Tienen muy poco pero ahí fundamentan su riqueza incomparable. El saludo cordial y simple. La sonrisa abierta así sean escasos los dientes para mostrar. Un sombrero de pelo que no sólo defiende del sol inclemente sino de las miradas escrutadoras.
Ojalá que no se marche otra vez- le digo a María.
Tal vez no- responde con la certeza de lo incierto de su respuesta.
Le señalo el camino que la llevará al paradero de la buseta y le insisto en el compromiso para que Margarita asista regularmente a la escuela.
Bueno, Dios le pague profesor- dice y se lleva la mano al ala del sombrero de pelo, yo no sé si como una forma de despedirse o simplemente para asegurarse de esta compañía silenciosa.
Adiós, María, cuando vuelva su hija estará leyendo mejor- me despido y levanto la mano para desearle buen viento y buena mar.
A tantas Marías que hay en las escuelas rurales de Colombia el maestro debe atenderlas como se merecen estas abuelas de cuyas manos ha salido gran parte de este mapa colorido que llamamos Patria.

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