lunes, 30 de abril de 2007

La escuela comienza en el hogar.



La primera y más bella escuela es el vientre de la madre. En el momento de la concepción el nuevo ser se instala en esa aula maravillosa: espacio unipersonal (si no debe compartirlo), temperatura ideal, alimento dispensado automáticamente, protección constante, transporte incorporado y una maestra las veinticuatro horas del día y de la noche.
A través del cordón umbilical la madre no sólo le proporciona el alimento sino le hace entregas permanentes de afecto, cariño, amor y unidas a ellas le va dando en gotas diluidas las primeras y elementales razones del mundo exterior.
Los esplendorosos atardeceres son leídos en la crepuscular atmósfera maternal donde el sol eclipsa cuando ella descansa, el viento que eleva las cometas alcanza a agitar el líquido amniótico en algunas tardes de caminata por los montes, la frescura de las lluvias de mayo resbalan por el celofán purpúreo que lo contienen y las mariposas de los meses posteriores son los punto burbujeantes en los que no sabe a ciencia cierta si flota o se mece eternamente.
Seguramente en ese lenguaje secreto con el que madre e hijo entablan conversación para disponerse a salir al mundo exterior, el nuevo ser adquiere los códigos que definirán más tarde muchas maneras de actuar en su configuración sicológica y social.
Y ya fuera del universo humano y como habitante de este mundo, la madre sigue siendo la maestra. Ahora, ayudada en su labor formadora y educadora por el padre (si vive con ellos), por los hermanos (si los tiene) y por todas las demás personas que en determinados momentos interactúan con el niño (-a).
Las abuelas llamaron a este proceso post alumbramiento: crianza. Y el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española defina la crianza como: “acción y efecto de criar, especialmente las madres o nodrizas mientras dura la lactancia” Y más adelante y como la acepción 4 relaciona:
“Urbanidad, atención, cortesía. Buena o mala crianza”
Así, como tan importante resulta para el futuro del organismo el suministro de la leche materna que en ocasiones se puede afirmar que es determinante a la hora de proveer las defensas con las cuales podrá enfrentar exitosamente muchas dolencias y agresiones patógenas, es decisiva la enseñanza que realice la madre y las personas del entorno (familiar básicamente) de las maneras y formas para relacionarse e interactuar exitosamente en la sociedad.
Esta reflexión surge como producto de la observación del comportamiento de algunos niños y niñas coinvestigadores. La forma como se disponen para el trabajo. La manera de sentarse. La disposición para escuchar y reconocer al otro. La capacidad para aceptar el error. La actitud con la que se asume un acierto o una victoria. Las expresiones frente al fracaso. Si bien es cierto que se aprenden en gran parte en la escuela, considero, que más que aprenderlas en este espacio institucional, se pulen y fortalecen. Son acciones y vivencias que deben ser sembradas en esa época de crianza. La labor del maestro consistirá, entonces, en abonarlas y regarlas para verlas crecer para beneficio de todos.

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