martes, 1 de septiembre de 2009

Es posible.

Faltando apenas un acudiente y con la presencia de los restantes y los estudiantes nos reunimos a primera hora del día, aspirando encontrar alguna respuesta al extravío del cuaderno de Red de Escritores de Claudia.
Hice de manera rápida una presentación del caso, antecediendo ésto con una referencia al comportamiento del niño Johan Esteven Martínez, de once años e hijo de uno de los militares secuestrados hace más de diez años.
En todas las apariciones a través de los medios, el pequeño,  sobreponiéndose al dolor que debe significar la circunstancia traumática que vive desde su nacimiento, ha expresado sentimientos nobles y deseos de superación, al tiempo que le ha dado fortaleza a su padre en el cautiverio a través de mensajes diseñados desde la madurez aprendida en las condiciones difíciles, cercanas a la tragedia, pero ha mostrado su valor ante la opinión nacional e internacional al asumir acciones como la caminata recientemente emprendida para pedir la liberación de su padre.
Johan ha continuado estudiando; percibo que mezcla las actividades propias de la academia con las que debió asumir sin estar preparado ni maduro para buscar en medio de una jungla de inhumanidad a su padre.
¿A qué viene la historia de este niño nariñense? Fácil: mis estudiantes, aunque viven situaciones difíciles, nunca podrían compararlas con las que convive este colombiano, ejemplo de templanza, autoestima y amor.
Entonces, ¿qué está sucediendo al interior de los hogares de Monteadentro? ¿Por qué los niños y niñas, por lo menos los que cursan cuarto o quinto nivel, presentan actuaciones que hablan de deslealtad, deshonestidad, mentira, baja autoestima, falta de compañerismo y bastante agresividad consigo mismo y con los demás?
Desde ese marco se dialogó sobre el tema que convocó. Expresaron sus ideas los estudiantes, los padres de familia y al final del encuentro quedó la vaga sensación que el incidente hubiera formado parte de un sueño.
Repartí cuadernos e invité a niños, niñas y padres de familia a sensibilizarnos frente a asumir verdades por incómodas que llegaran a resultar.
Sólo así, estaremos contribuyendo a formar ciudadanos de bien. Por lo menos es mi creeencia y convicción.

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