La semana que concluyó dejó una lección bastante sencilla pero muy edificante para quienes ejercemos como profesores.
Sucede que el martes el horario se altera un poco debido a la presencia de la profesora Dora quien orienta la clase de Informática (para el caso de los niveles Cuarto y Quinto TIC). Llegó el momento del recreo para los dos grados superiores y niños y niñas se dirigieron a la cancha para jugar micro fútbol.
Un profesor practicante de la Univversidad local, adelantaba clase con los pequeños e indispuesto ante la llegada de los estudiantes decidió suspender la clase y prohibir el juego para unos y otros.
Mis estudiantes me buscaron para referirme la situación. Les hice ver que habían cometido una faltaba al no avisar al profesor que era su hora de recreo y solicitarle autorización para disponer de la cancha y poder utilizar el balón.
Conscientes de la situación se dirigieron al profesor para entregar la correspondiente disculpa y solicitar el préstamo del balón.
El joven profesional negó el préstamo del balón.
Me vi precisado a dialogar con él y explicarle que el recreo para los niños es sagrado. Y que la acción cometida no ameritaba la suspensió de este derecho. Accedió, no muy convencido. Pero aprendió lo importante que es el recreo para estos niños y lo reponsable que se vuelve su concepció y manejo para utilizar su suspensión como castigo.
Yo también lo recorde. De hecho siempre evito y casi nunca he llegado a asumir la actitud de quitar un recreo. Porque para el niño: recreo es recreo.
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